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Publicado en: Semana Sostenible
Impacto
2 de octubre de 2018
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]La tala indiscriminada para transformar productos maderables, acaparar tierras y dar paso a parches con pastizales, cultivos y minería, erradica los bosques y deja sin hogar a cientos de animales por el accionar de la motosierra.
Al no tener bosque que le sirva como escudo protector, el suelo, en especial el de las zonas montañosas, queda débil, desnudo y expuesto a factores externos como erosión, degradación y arrastre.
Ese es el comienzo de impactos negativos que puede finalizar en una tragedia.
Para Germán Darío Álvarez, ingeniero forestal y actual Subdirector de Agrología del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac), el efecto dominó que desangra los recursos naturales inicia con la deforestación.
La tragedia de Mocoa, hace más de un año, mostró lo que puede generar el uso inadecuado de los recursos naturales.
Deforestación, suelos degradados y lluvias históricas fueron la sumatoria de la tragedia en la capital del Putumayo, que tuvo como resultado una avalancha que le arrebató a la vida a más de 300 personas.
Los árboles cumplen un rol fundamental para mitigar las consecuencias de las lluvias, ya que reducen la velocidad de las gotas de lluvia. Ante su ausencia, el agua cae directamente sobre el suelo en forma de proyectil, lo que acelera el proceso de ruptura de su estructura física y el arrastre de la capa fértil.
“Todo este material de arrastre, conformado por suelo, tierra, lodo y rocas, termina sedimentado y colmatado en los cauces de los ríos. Su acumulación genera el desbordamiento de los cuerpos de agua cuando hay una mayor precipitación”, dijo el funcionario.
En época seca, los bosques también salvaguardan los suelos.
“Cuando no hay árboles, la radiación solar y los rayos UV impactan directamente sobre este recurso, lo que genera cambios en sus características, detiene el proceso de descomposición de la materia orgánica e interfiere con la actividad de los microorganismos, los cuales pueden morir por las nuevas condiciones de temperatura”.
A pesar de la estrecha relación entre la deforestación y el suelo, Álvarez considera que este último ha pasado de “agache”, y lo cataloga como la más silenciosa de sus víctimas.
“Pocos hablan de su importancia o de los impactos generados cuando hay tala de bosques. La deforestación no solo elimina la riqueza forestal, también incide sobre un recurso natural que sirve como soporte de la biodiversidad y reserva de carbono orgánico. Al degradarse, este carbono se libera directamente a la atmósfera, lo que acelera la emisión de gases de efecto invernadero”.
Ganado, sin cabida en el Amazonas
De las más de 45,4 millones de hectáreas de la Amazonia colombiana, más de 1,7 millones de hectáreas tienen suelos degradados por la deforestación causada por la ganadería.
Dos departamentos concentran la mayor cantidad de hectáreas ganaderas en la región: Caquetá (con más de un millón de hectáreas) y Putumayo.
“A raíz de esto, 13 por ciento del Caquetá y 12 por ciento de Putumayo presentan suelos degradados, en ambos casos en sus zonas de piedemonte. Este panorama debe prender las alarmas, ya que sumado a la deforestación y la alta precipitación, tragedias como la de Mocoa pueden repetirse en cualquier momento”, precisó el Subdirector del Instituto.
Por último, apuntó que un centímetro de suelo afectado puede demorar cientos de años en recuperarse, por lo cual se debe trabajar con las comunidades para que conozcan los servicios que prestan los bosques, “ya que muchos campesinos aún ignoran las bondades de conservar y por eso recurren a la deforestación”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Tomado de: https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/casi-2-millones-de-hectareas-de-suelo-de-la-amazonia-con-dano-irreversible-por-ganaderia/41783[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]